Restos diurnos

No todo es vigilia la de los ojos abiertos, decía Macedonio.

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Wednesday, April 25, 2007

Justicia poética

Bajé del 9 en México por no cruzar la avenida; llegué a casa por Venezuela y vi de lejos un revuelo en la puerta. Mamá estaba llorando asustada: habían intentado robarle la cartera, esa que siempre lleva colgando del brazo distraída. Por suerte fue justo pasando el estacionamiento, un peatón de traje agarró al pibe y le devolvió la cartera revoleada; mamá estaba en el piso, el tirón la había llevado también a ella.

Al rato cayó la policía en la oficina. Mamá no quería hacer la denuncia por temor a una vendetta, la maratón de Prison Break del otro día la dejó perturbada. El oficial la convenció explicando que a diario se ganaba enemigos pero que la justicia se construía entre todos; el Sargento Rodríguez vino enseguida a tomar datos de rutina, el chico iba a estar demorado unas horas y después a la calle de nuevo: sin cartera no hay delito.

Se fueron saludando amablemente, uno de los canas me dio un beso, después me hicieron bajar para cerrar bien la puerta de calle. El carnicero corrió a pedir que le chusmeemos, la cuadra hoy tiene su aventura y mamá moretones y conjeturas sobre qué no habría pasado si hubiera venido por otra cuadra...

La oficina había amanecido fría y con mascota nueva. Ayer se metió un pichoncito que venía escapando de un gato o algún otro peligro pues andaba agitado y perdiendo plumas. Lo agarraron con un sombrero y bautizaron Julito en honor al cadete que renunció hace poco. Ahí está ahora en la cocina, durmiendo calentito al lado del anafe, a pesar de los debates sobre si dejarlo en libertad condicional o no.


El calor de una jaula, el frío de la libertad, carterista sin cartera vuela de nuevo a su casa mientras Julito duerme en la suya, encerrado.