Restos diurnos

No todo es vigilia la de los ojos abiertos, decía Macedonio.

My Photo
Name:
Location: ana.supernova@gmail.com

Wednesday, June 27, 2007

Querido Diario

Desde la ávida lectura de los diarios de Anaïs Nin tras conseguir uno de sus volúmenes en la librería costera Alfonsina, he desarrollado una peculiar atracción por la literatura autobiográfica de todo grupo y factor.

'Es extraño; perder el yo, el ego. El ego es la caricatura que las personas confunden con su yo, el ego es el fraude, el actor, el travesti del yo. Yoes perdidos, confundidos, ciegos. Cuando nace el verdadero yo, el ego desaparece.'

A las neurosis de Anaïs le sumé en poco tiempo las crudas memorias de Kinski, un actor alemán cuyas películas no vi pero que me compró por una cita '¿Que por qué soy una puta? ¡Yo necesito amor! ¡Amor! ¡Continuamente! Y quiero dar amor, porque tengo de sobra. ¡Nadie comprende que lo único que pretendo con mi puterío es derrocharme!'. Fábulas desmoralizadas, párrafos escandalosos y una fuerte sensación de carencia, de necesidad, como proclama ya desde el título.

Me compré además a cuotas el Borges de Bioy, ese libro de dimensiones bíblicas y pasajes casi demoníacos. Eran malos, en verdad había maldad tras esas cenas buscando pueblos perdidos en la Enciclopedia Británica -siempre tan jodones- y deshojando gente como viejas chusmas. De las aún escasas páginas que lei sobre las mil seiscientas y pico que cuenta en su haber me quedó una cosita de simple reconocimiento de sentidos, de cómo las imágenes gustativas y olfativas son las que más conmueven pues están separadas por abismos: para recordar un olor hace falta volver a sentirlo, para recordar un gusto hace falta volver a probarlo y así uno viaja de nuevo a lugares remotos que acaso, como Uqbar, ya no existan. Me voy a mi infancia a veces perdida en el perfume del jazmín del país, o en el abismo del sabor de un té de menta de Mamá que me curaba el dolor de panza, me voy casi casi a otra vida.

También me compré la autobiografía amorosa de Casanova compendiada a escasos ocho pesos y el Diario de un Genio de Dalí en la feria del libro, que con sólo leer 10 páginas me hizo temer que se me saliera volando el marulo... Ahora, no entiendo bien del todo este fetiche repentino con hurgar en cabezas ajenas. Escribiendo diarios desde ese cuaderno a candado de los ocho años, supongo que el paladar en algún momento debía írseme a esos lados, quizá me esté volviendo más chismosa con el tiempo o será mi ambición de una vida que merezca ser contada...